Lettori fissi

11/02/21

MVDR

 


MVDR | 1998 (espanol)

traduzione Sandro Gallucci

 

El estridor de los frenos despertó el chico y se alzó de repente de los asiento cientouno. Los huesos dolientes, por la postura asumida en las última horas, la boca empastada del  último sorbo de vino tinto, la botella de Chianti que yaceba  cerca del asiento y  una vistosa mancha roja sangre sobre la camisa,  evidenciaban los gustos alcohólicos del joven. Recordaba vagamente las última horas pasadas deshojando aburridamente la vieja guía turística de la ciudad que iba a visitar: Barcerlona, última parada de su largo viaje por Europa. Londres en avión, París en tren pasando debajo del Canal de la Mancha, Alemania e Italia por visitar algunos lejanos y desconocidos parientes segúndo el, ahora, usual itinerario laberintico e imaginario, así como sus lecturas e intereses. En Aquisgrána para encontrar los descendientes del abuelo natural y en Florencia para encontrar los hermanos de su joven madre. Muchas veces se había preguntado, durante la adolescencia, de la extraña conexión que se habíá creado en su código genético por el hecho de haber en las venas una mezcla de sangre alemano e italiano. La mamá le había hablado a menudo del abuelo natural, de sus pensamientos, de su gran cultura y de sus búsquedas. En realidad, el joven adolescente, estaba más interesado a los videojuegos, las chicas, la música y a los viajes que más bien a “las conversaciones” sobre  éste su gran abuelo. Su  padre lo había interesado más al football que al soccer, más a la musica que a las artes. Quizá  la manía de los viajes, que había empezado a experimentar desde la edad de quince años, la había heredado de la abuela, que, en su  juventud ( como la madre contaba ) había viajado mucho por todos los continentes, con todos los medios de locomoción, antes de atracar enlas orillas del lago Michigan y encontrar el abuelo en 1939 (…al inicio de la última guerra mundial…). Chicago era su ciudad, pero el se sentí profundamente ciudadano del mundo. Con el tiempo había abandonado los videojuegos y el deporte, pero la música no. La música ( el caliente Jazz de los años treinta-cincuenta y los bailes de las grandes voces femeninas de los negros de América), los espaguetis, el vino tinto, los viajes para descubrir el mundo, las mujeres y las lecturas de lo “fantástico” eran sus únicos, ciertos, intereses físicos y mentales. Quizá la mezcla de razas que componia su DNA, su sangre y su estructura ósea eran la base de su contínua inquietud; éste desinterés por las materias escolásticas tradicionales y por la sociedad  organizada en general. Se sentía un poco como un anárquico de los primeros años del vigésimo siglo ( que lanzaba bombas contra las locomotoras ), pero andaba por el mundo con los dólares del padre banquero  y con el teléfono móvil en el bolsillo. Con la mochila en hombro, los últimos travel cheque en el bolsillo y el viejo saxofón en mano, bajó del tren y anduvo al encuentro del caliente septiembre del sur de la España. El metro era su vehículo  de transporte  y el lugar natural de sus exhibiciones  a la busqueda del dinero y de ocasionales compañeros que, como las moscas sobre la miel, debajo de tierra se reunían. Durante el viaje decidió dar una vuelta por la ciudad histórica, paseando por las Ramblas, asta el puerto. No consideraba las iglesias y los museos, pero era curioso  de ver el templo de la Sagrada Familia, con sus fantásticos torreones, que un gran arquitecto había empezado a construir a fines del siglo pasado. Las ofertas de los devotos contribuían a la construccion, que ,según las noticias encontradas en una vieja guía turistica, será inaugurada el 31 deciembre a las fines del milenio. Descansó a la sombra del Portal du la Pau y para descargar la tensión, acumulada en los tres meses de su viaje, entonó la melodía de la vieja composición  ”Sophisticated Lady” del gran Duke, que más amaba. Después, con calma, se encaminó hacia la  Avinguda Paral-lel que llevaba a la Plaza de España. De la plaza subió a la colina y llegó al Parque de Montjuic, costeando los palacios construídos para la Exposición Universal del 1929. Volteó hacia las rampas y subió la escalinata  hasta la plaza de Carles Buigas. Se sentó sobre el muro de la gran fuente elíptica. De allí podía mirada sobre gran parte de la ciudad del siglo XIX, con sus ordenados polígonos cuadrados. Luego, recorriendo un hermoso paseo arbolado, costeado de una doble hilera de naranjos y limoneros sobre vasos de terracota, se dirigió hacia el etereo edificio, que hospedaba el pabellón alemán. Entró en el complejo y se apoyó un momento a un cruciforme pilastro cromado. Admiró la elegancia de la butaca en acero y cuero blanco, sobre la  que había apoyado la sucia mochila. Rapidamente un guardia hablando en Catalán cerrado le invitó a sacar la mochila. Al principio el joven no entendía que deseaba este hombre. Lo comprendió bien cuando las palabras fueron acompañadas con claros gestos y empujones. Enojado dirigió la vista hacia la gran vidriera de cristal esmerilada y notó algunos insólitos objetos lucientes que estaban en el jardin fruente al pabellón. Salió, costeando una gran pared de mármol verde de Tinos, intencionado a descubrir de que cosa se trataba. A lo largo del recorrido, dirigió la vista hacia una escalera que descendía por de bajo del nivel del suelo e introducía a una gran plaza cuadrilátera. Se acercó a los insólitos objetos, descubriendo que eran modelos en bronce, en escala, de algunos palacios del período racionalista. Estaban sostenido en pedestales de travertino blanco, proseguimiento de los trozos de pilastro del pórtico subyacente. Regresó a la escalera que había visto antes y descendiéndola vio una chapa que le informaba que estaba entrando en la Fundación Mies Van Der Rhoe, Montjuic, Barcelona. Atraversó el pórtico da los pilastros y gozó del fresco aire acondicionado del local de entrada; de allí un angosto pasillo alumbrado por una amplia vidriera el condujo a la cafetería donde se repusó con agua y un buen cafe. Se asomó en el cortil y notó la entrada a la biblioteca; la sala de la consultación estaba poblada por jóvenes que hablaban múltiples lenguas. Parecía una torre de Babel bíblica: alemán, inglés, italiano, frances, español y muchos otros idiomas. Elegió un libro sobre la arquitectura alemana del período entre las dos guerras. Se interesó a las lejanas teorías de aquellos maestros del movimiento moderno y notó con gusto de la perfecta luz, difundida, aisiada y cenital que provenía da las lumbreras situadas en el techo de la biblioteca y que salían en superficie sobre un prado verde. Concentró su atención sobre el arquitecto que había edificado el pabellón  poco antes visitato y a la cual era titulada la fundación. Terminada la lectura se encaminó hacia el pórtico através de la parte opuesta de la biblioteca. Un grande telón todo pintado aludía ad una exposición de cuadros de jóvenes pintores italianos (…toscanos…) de las últimas generaciones. “La sonrisa del Universo “ era el título sobre el cartelón. El local destinado a la muestra había acesso a un balcón sobre el pórtico y se desarrolaba bajo la cuota del patio del corte externo. Una gran sala rectangular de proporciones interesantes y de extraño alumbrado cenital lo recibió. Todo el techo era construido en cristal, sostenido de una elegante estructura en acero. Algunas extrañas sombras en movimiento se notaban debajo: agudizando la vista notó que eran peces  que movían la superficie baja del agua; la luz del sol venía filtrada através del agua y el efecto era muy agradable. Se interesó a las pinturas de aquellos jóvenes artistas y decidió enviar un recuerdo a su hermana. Recordó que en la tienda  cercana había notado lo que era para èl: una hermosa tarjeta postal en blanco y negro que  reproducía la foto de la butaca que había provocado la disputa con la guardia del pabellón: sobre esta butaca un anciano señor que gesticulaba con las manos apretando un grueso cigarro (…Mies Van Der Rhoe, Chicago 1961…). Guido, envió la tarjeta postal a la hermana Giulia y escribió breves frases, ilógicas, laberinticas y  desligadas, como era su costumbre, con caligrafia pequeña y minucia, con un trozo de grafito anaranjado. Las frases decían: “ cara sorella …alta e snella e bella… sono molto felice. Guarda la poltrona di casa nostra con sopra il nonno, ho deciso: da grande farò l’Architettore “.            

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