MVDR | 1998 (espanol)
traduzione Sandro Gallucci
El estridor de los frenos despertó el chico y
se alzó de repente de los asiento cientouno. Los huesos dolientes, por la
postura asumida en las última horas, la boca empastada del último sorbo de vino tinto, la botella de
Chianti que yaceba cerca del asiento
y una vistosa mancha roja sangre sobre
la camisa, evidenciaban los gustos
alcohólicos del joven. Recordaba vagamente las última horas pasadas deshojando
aburridamente la vieja guía turística de la ciudad que iba a visitar:
Barcerlona, última parada de su largo viaje por Europa. Londres en avión, París
en tren pasando debajo del Canal de la Mancha, Alemania e Italia por visitar
algunos lejanos y desconocidos parientes segúndo el, ahora, usual itinerario
laberintico e imaginario, así como sus lecturas e intereses. En Aquisgrána para
encontrar los descendientes del abuelo natural y en Florencia para encontrar
los hermanos de su joven madre. Muchas veces se había preguntado, durante la
adolescencia, de la extraña conexión que se habíá creado en su código genético
por el hecho de haber en las venas una mezcla de sangre alemano e italiano. La
mamá le había hablado a menudo del abuelo natural, de sus pensamientos, de su
gran cultura y de sus búsquedas. En realidad, el joven adolescente, estaba más
interesado a los videojuegos, las chicas, la música y a los viajes que más bien
a “las conversaciones” sobre éste su
gran abuelo. Su padre lo había
interesado más al football que al soccer, más a la musica que a las artes.
Quizá la manía de los viajes, que había
empezado a experimentar desde la edad de quince años, la había heredado de la
abuela, que, en su juventud ( como la
madre contaba ) había viajado mucho por todos los continentes, con todos los
medios de locomoción, antes de atracar enlas orillas del lago Michigan y
encontrar el abuelo en 1939 (…al inicio de la última guerra mundial…). Chicago
era su ciudad, pero el se sentí profundamente ciudadano del mundo. Con el
tiempo había abandonado los videojuegos y el deporte, pero la música no. La
música ( el caliente Jazz de los años treinta-cincuenta y los bailes de las
grandes voces femeninas de los negros de América), los espaguetis, el vino
tinto, los viajes para descubrir el mundo, las mujeres y las lecturas de lo
“fantástico” eran sus únicos, ciertos, intereses físicos y mentales. Quizá la
mezcla de razas que componia su DNA, su sangre y su estructura ósea eran la
base de su contínua inquietud; éste desinterés por las materias escolásticas
tradicionales y por la sociedad
organizada en general. Se sentía un poco como un anárquico de los
primeros años del vigésimo siglo ( que lanzaba bombas contra las locomotoras ),
pero andaba por el mundo con los dólares del padre banquero y con el teléfono móvil en el bolsillo. Con
la mochila en hombro, los últimos travel cheque en el bolsillo y el viejo
saxofón en mano, bajó del tren y anduvo al encuentro del caliente septiembre
del sur de la España. El metro era su vehículo
de transporte y el lugar natural
de sus exhibiciones a la busqueda del
dinero y de ocasionales compañeros que, como las moscas sobre la miel, debajo
de tierra se reunían. Durante el viaje decidió dar una vuelta por la ciudad
histórica, paseando por las Ramblas, asta el puerto. No consideraba las
iglesias y los museos, pero era curioso
de ver el templo de la Sagrada Familia, con sus fantásticos torreones,
que un gran arquitecto había empezado a construir a fines del siglo pasado. Las
ofertas de los devotos contribuían a la construccion, que ,según las noticias
encontradas en una vieja guía turistica, será inaugurada el 31 deciembre a las
fines del milenio. Descansó a la sombra del Portal du la Pau y para descargar
la tensión, acumulada en los tres meses de su viaje, entonó la melodía de la
vieja composición ”Sophisticated Lady”
del gran Duke, que más amaba. Después, con calma, se encaminó hacia la Avinguda Paral-lel que llevaba a la Plaza de
España. De la plaza subió a la colina y llegó al Parque de Montjuic, costeando
los palacios construídos para la Exposición Universal del 1929. Volteó hacia
las rampas y subió la escalinata hasta
la plaza de Carles Buigas. Se sentó sobre el muro de la gran fuente elíptica.
De allí podía mirada sobre gran parte de la ciudad del siglo XIX, con sus
ordenados polígonos cuadrados. Luego, recorriendo un hermoso paseo arbolado,
costeado de una doble hilera de naranjos y limoneros sobre vasos de terracota,
se dirigió hacia el etereo edificio, que hospedaba el pabellón alemán. Entró en
el complejo y se apoyó un momento a un cruciforme pilastro cromado. Admiró la
elegancia de la butaca en acero y cuero blanco, sobre la que había apoyado la sucia mochila.
Rapidamente un guardia hablando en Catalán cerrado le invitó a sacar la
mochila. Al principio el joven no entendía que deseaba este hombre. Lo
comprendió bien cuando las palabras fueron acompañadas con claros gestos y
empujones. Enojado dirigió la vista hacia la gran vidriera de cristal
esmerilada y notó algunos insólitos objetos lucientes que estaban en el jardin
fruente al pabellón. Salió, costeando una gran pared de mármol verde de Tinos,
intencionado a descubrir de que cosa se trataba. A lo largo del recorrido,
dirigió la vista hacia una escalera que descendía por de bajo del nivel del
suelo e introducía a una gran plaza cuadrilátera. Se acercó a los insólitos
objetos, descubriendo que eran modelos en bronce, en escala, de algunos
palacios del período racionalista. Estaban sostenido en pedestales de
travertino blanco, proseguimiento de los trozos de pilastro del pórtico
subyacente. Regresó a la escalera que había visto antes y descendiéndola vio
una chapa que le informaba que estaba entrando en la Fundación Mies Van Der
Rhoe, Montjuic, Barcelona. Atraversó el pórtico da los pilastros y gozó del
fresco aire acondicionado del local de entrada; de allí un angosto pasillo alumbrado
por una amplia vidriera el condujo a la cafetería donde se repusó con agua y un
buen cafe. Se asomó en el cortil y notó la entrada a la biblioteca; la sala de
la consultación estaba poblada por jóvenes que hablaban múltiples lenguas.
Parecía una torre de Babel bíblica: alemán, inglés, italiano, frances, español
y muchos otros idiomas. Elegió un libro sobre la arquitectura alemana del
período entre las dos guerras. Se interesó a las lejanas teorías de aquellos
maestros del movimiento moderno y notó con gusto de la perfecta luz, difundida,
aisiada y cenital que provenía da las lumbreras situadas en el techo de la
biblioteca y que salían en superficie sobre un prado verde. Concentró su
atención sobre el arquitecto que había edificado el pabellón poco antes visitato y a la cual era titulada
la fundación. Terminada la lectura se encaminó hacia el pórtico através de la
parte opuesta de la biblioteca. Un grande telón todo pintado aludía ad una
exposición de cuadros de jóvenes pintores italianos (…toscanos…) de las últimas
generaciones. “La sonrisa del Universo “ era el título sobre el cartelón. El
local destinado a la muestra había acesso a un balcón sobre el pórtico y se
desarrolaba bajo la cuota del patio del corte externo. Una gran sala
rectangular de proporciones interesantes y de extraño alumbrado cenital lo
recibió. Todo el techo era construido en cristal, sostenido de una elegante
estructura en acero. Algunas extrañas sombras en movimiento se notaban debajo:
agudizando la vista notó que eran peces
que movían la superficie baja del agua; la luz del sol venía filtrada
através del agua y el efecto era muy agradable. Se interesó a las pinturas de
aquellos jóvenes artistas y decidió enviar un recuerdo a su hermana. Recordó
que en la tienda cercana había notado lo
que era para èl: una hermosa tarjeta postal en blanco y negro que reproducía la foto de la butaca que había
provocado la disputa con la guardia del pabellón: sobre esta butaca un anciano
señor que gesticulaba con las manos apretando un grueso cigarro (…Mies Van Der
Rhoe, Chicago 1961…). Guido, envió la tarjeta postal a la hermana Giulia y
escribió breves frases, ilógicas, laberinticas y desligadas, como era su costumbre, con
caligrafia pequeña y minucia, con un trozo de grafito anaranjado. Las frases
decían: “ cara sorella …alta e snella e bella… sono molto felice. Guarda la
poltrona di casa nostra con sopra il nonno, ho deciso: da grande farò
l’Architettore “.
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